
Ponencia presentada en el Homenaje póstumo a Giovanni Sartori organizado por la UNAM en el Palacio de Minería el 27 de noviembre de 2017
por Fernando Barrientos Del Monte
Prolegómenos
No fui alumno directo de Giovanni Sartori, pero sí lo conocí personalmente. Escuché con atención varias de sus conferencias, la primera vez en 2005 en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Bologna, en Italia, junto a mi maestro y mentor el profesor Gianfranco Pasquino; en otra ocasión en la facultad de Derecho de la UNAM en 2007, en una de sus conferencias previas a otorgarle el doctorado honoris causa por la misma universidad. En noviembre de 2009 en la Universidad de Bolonia el profesor Pasquino organizó igualmente una conferencia con Sartori en el contexto de sus 40 años de docencia en dicha Universidad. Una parte de la charla giró en torno a cómo se conocieron, alumno-profesor disertaron sobre el estado de la democracia en Italia y en Europa. Meses antes tuve la suerte de platicar ampliamente con él cuando terminó su participación en el encuentro titulado “El destino de la democracia” desarrollado en Nápoles en mayo del 2009, ya sin la presión del entorno del evento académico, mientras caminábamos le pregunté sobre las nuevas tecnologías y la democracia, y sobre las expectativas que se habían creado en torno a las mismas, me señaló que no obstante su utilidad, estaban sobrevaloradas, que reforzaban su teoría del homo videns, y que la democracia no debía reducirse a una conversación en línea. Unos meses después, unos amigos del doctorado y yo, lo encontramos una noche en un restaurante en Florencia, platicaba con todos, era una persona muy agradable. Pero más allá de estos encuentros, debo confesar que desde que ingresé como estudiante a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, leí acuciosa y vehemente La política lógica y método de las ciencias sociales (1984b), esa obra me influenció determinantemente, me dejó claro que la ciencia política es una disciplina en constante construcción, y que el instrumento del científico de la política es esencialmente el uso correcto del lenguaje. A partir de esa lectura y de otras de sus obras tales como Ingeniería constitucional comparada (1994), “Comparación y método comparativo” (1994) y Homo Videns. La sociedad teledirigida (1997) me empeñe en la idea de estudiar en Italia. Primero estudié relaciones internacionales en Bolonia, y posteriormente política comparada en Florencia, en ambas universidades tuve la suerte de formarme con profesores discípulos de Giovanni Sartori: Gianfranco Pasquino, Leonardo Morlino, Stefano Bartolini, Angelo Panebianco, entre otros. Giovanni Sartori fue mi maestro a través de sus obras, y por ello sentí con su muerte, como muchos otros, una gran pérdida. Agradezco al Dr. Jorge Islas por invitarme a participar en el homenaje a Sartori en noviembre de 2017 en la Ciudad de México, con las líneas que a continuación desarrollo.
Introducción
A principios del siglo XXI se abrió un debate sobre las perspectivas (o paradigmas) dominantes al interior de la Ciencia Política y sus efectos sobre la formación y la investigación politológica, y de manera más amplia sobre su valor científico –el conocimiento sobre la polity, politics y policies– y social –su impacto en la educación ciudadana y la actividad política en sí. Este debate se cernió principalmente sobre la ciencia política estadounidense, que si bien no es hegemónica, si tiene una influencia innegable sobre la ciencia política a nivel mundial. Desde sus orígenes, la ciencia política estadounidense se ha caracterizado por dos fracturas internas (siguiendo a Almond, 1990) una ideológica, que se mueve sobre el eje izquierda-derecha, y una metodológica, que deriva de las posiciones cientificistas duras (hard), y otra más teórico-filosófica, analítica y reflexiva (soft). En el cruce de los ejes se identifican gran parte de las diversas corrientes y escuelas que caracterizan a la ciencia política. Estas “mesas separadas” como las llamó Gabriel A. Almond, no son una simple curiosidad intelectual dentro de la sociología de la ciencia, pues tienen efectos sobre el desarrollo de la disciplina. Algunas corrientes de pensamiento han tenido influencia sobre la ontología y la metodología de la ciencia política, y consecuentemente sobre los programas de estudio y la formación de los politólogos. En los primeros meses del año 2000 un grupo de politólogos identificado como “Movimiento Perestroika”, alzaron la voz para mostrar su descontento frente a los sesgos ideológicos y metodológicos en la ciencia política estadounidense, que dentro de la American Political Science Association (APSA) y la American Political Science Review (APSR) estaban sobrerepresentando a ciertos grupos académicos y de investigación: cuantitativismo, conductismo, elección racional, estadística y modelos formales. “Mr. Perestroika”, seudónimo utilizado por quien envió el correo electrónico a los miembros de la APSA denunciando tales sesgos, señalaba que áreas sustantivas y relevantes de la ciencia política quedaban subrepresentadas, tales como la teoría política, los estudios regionales, la historia política, entre otras y que la ciencia política estadounidense estaba entrando en un periodo de parroquialismo, de provincialismo metodológico, autoreferente y de irrelevancia práctica (Perestroika, 2005: 9). “Mr. Perestroika” (2000), dirige sus baterías exactamente hacia la misma área que Giovanni Sartori ha criticado, la American Political Science Review de la APSA: “¿Porqué todos los artículos de la APSR tienen la misma metodología -estadística o de teoría de juegos- en relación a un ‘simbólico’ artículo de teoría política?…¿Dónde está la historia política, la historia internacional, la sociología política, la metodología interpretativa, el constructivismo, los estudios de área, la teoría crítica y porque no, el posmodernismo?” El argumento central de los autores que escriben y reflexionan a partir del famoso mail en ello se puede ver en el excelente libro coordinado por Kristen R. Monroe (2005) Perestroika! The Raucous Rebellion in Political Science, donde se recorre el debate metodológico al interior de la Ciencia política y se proponen alternativas sin perder la cientificidad. es simple: la ciencia política contemporánea, aquella de los journals norteamericanos, no puede darse aires de estar científicamente por encima de la política. Pocos años después Giovanni Sartori (2004) señaló que la ciencia política norteamericana, dominante e influyente en el contexto mundial, había fracasado al ignorar la relación entre teoría y práctica, y encauzar a la disciplina en el cuantitativismo con la consecuencia de la irrelevancia o la falsa precisión. Años antes el mismo Sartori (1986) ya había señalado que los buenos datos suponen una buena teoría, es decir, que no es tanto el uso de ciertas técnicas lo que le da valor a la investigación politológica sino la capacidad heurística, pero dejaba ver ya una incomodidad ante las corrientes que estaban dominando la disciplina.
La ciencia política avanza a pesar de sus “pies de barro”
¿Qué implican tales críticas a la ciencia política?, ¿representan realmente un signo de su ocaso ó solo una llamada de atención? Ni una no otra. Si bien los argumentos de Sartori pueden ser atractivos, más allá de las controversias que han suscitado, no pueden considerarse una crítica generalizada a la ciencia política, pues se dirigen a una corriente específica de la disciplina en un país muy grande y en el cual conviven diversas perspectivas. Incluso, al no profundizar ó refutar estudios y autores de manera específica, la crítica de Sartori es apenas una postura, dura sin duda, frente al predominio de ciertos paradigmas que hasta ahora han mostrado avances en el estudio de los fenómenos políticos, pero que no están orientados a modificar el mundo de la política aunque si a comprenderla mejor. La crítica del movimiento Perestroika es un poco más profunda. Ya que no es una simple incomodidad que en las revistas académicas de ciencia política más prestigiosas de Estados Unidos se publiquen artículos con ciertas tendencias metodológicas, y que lo mismo suceda en los grandes congresos académicos. El problema radica en que se excluyen temas y problemas relevantes que por ser analizados desde otros enfoques no predominantes terminan sepultados por el peso del mainstream a pesar de su relevancia. Empero, como dice el aforismo, “el sol sale para todos” y la ciencia política tiene sus escuelas, sectas, grupos, y grupúsculos, los politólogos se adscriben a éstos, sus corrientes y paradigmas, y publican en las revistas que se comparten su método, sus técnicas, y/o su “paradigma”, y lo mismo sucede en las reuniones científicas.
Cualquier crítica al desarrollo de una ciencia consiste, en términos de Imre Lakatos (2007 [1978]:18) en ser honesto intelectualmente especificando con precisión las condiciones bajo las cuáles estaríamos dispuestos a abandonar nuestra posición, no estableciendo una posición propia y atrincherándose en ella (haciéndola probable). Quizá esta última es dónde se han posicionado los detractores del desarrollo contemporáneo de la ciencia política, reforzando más bien la metáfora de las mesas separadas de Almond. Entonces ¿cómo debemos ponderar las críticas dentro de la creciente autoreflexión sobre el hacer de la ciencia política? ¿estamos ante una revolución científica o simplemente frente a reproches? La ciencia avanza precisamente mientras se mantenga viva la crítica, una especie de revolución permanente, es decir, una continua presencia de conjeturas y refutaciones como señalaba Karl Popper. Pero una revolución científica en la ciencia política, en términos de Thomas Kuhn, implica ir más allá de simples señalamientos sobre sus errores, y ni el Movimiento Perestroika ni Sartori y demás seguidores de su anatema suponen el principio de una gran revolución. Quizá el gran problema de las ciencias sociales, y consecuentemente de la ciencia política, ha sido el no asumirse como ciencias en toda la extensión del término, y suponer que las críticas constantes a su desarrollo sea un defecto antes que una virtud. Los primeros lustros del siglo XXI muestran un panorama radicalmente distinto a lo que se vivió en la Ciencia Política del Siglo XX. Ahora existen numerosas estructuras institucionales para su desenvolvimiento, asistimos a un auge, sobre todo en América Latina y en Europa del Este, en la formación de politólogos tanto en nivel de pregrado como de grado, existe una mayor diversidad en las publicaciones académicas, las organizaciones de politólogos son cada vez más numerosas, y abundan los congresos y eventos en torno a la ciencia política. En pocas palabras, se ha consolidado el pluralismo dentro de la disciplina tanto en las teorías, los enfoques y las técnicas de investigación.

La eterna crítica de Sartori
La postura de Sartori no es nueva. Desde sus primeros escritos publicados en la Rivista Italiana di Scienza Politica (1971) y en subsecuentes oportunidades Giovanni Sartori (1984a, 1997 y 2004), esgrimió diversas críticas a los excesos del cuantitativismo en la politología de corte anglosajón, sobre todo aquella que se desarrolla en EUA. Durante algunas décadas, sobre todo entre los años 80 y 90 del siglo XX, se notó un predominio de la metodología cuantitativa en gran parte de los programas de estudio de Ciencia Política, sea de grado o de posgrado, sobre todo en las universidades estadounidenses, en los manuales y libros introductorios, así como una preferencia a publicar artículos con esta tendencia. Durante varios años en varias universidades donde se enseña Ciencia política, y en algunas todavía, el famoso libro de King, Keohane y Verba, 1994, Designing Social Inquiry, se convirtió en la biblia de la metodología en la Ciencia política, por su manifiesto esfuerzo al intentar conciliar cualitativismo y cuantitativismo, no obstante al final de todo proponen ser mas cuantitativos al aumentar el número de casos en el análisis politológico. La tendencia a ‘cuantificar’ y describir los fenómenos políticos con técnicas estadísticas, lo cual se observa cada vez mas en las revistas especializadas de la materia, quizá ha permitido ganar “cientificidad” al estudio de la política, pero ha empobrecido la explicación y la comprensión, que son precisamente los objetivos de la ciencia. Mucho menos ha logrado aumentar la aplicabilidad del conocimiento politológico a la realidad social, tarea que afortunadamente y con éxito se ha desarrollado en la sub-área de las políticas públicas y sobre todo, en los estudios electorales. Sabemos, por ejemplo, los efectos de un sistema electoral sobre el sistema de partidos, que sucede si hay una lista abierta o cerrada, etc. y si pudiéramos, se podría manipular, pero eso no esta en manos de los politólogos, sino de los políticos (¿afortunadamente?, recordemos el Gerrymandering, quien sabe). Los argumentos de Sartori frente al ansia cuantificadora, se resume en una recomendación que se puede ampliar a cualquier estudioso de las Ciencias sociales: «Pensar antes de contar». Sartori no se refiere al ‘contar’ como la operación de matemática elemental, sino a todas aquellas técnicas, principalmente estadísticas (sobre todo correlaciones y regresiones) que tratan de buscar la llamada causalidad y las cuales ‘aumentan el numero de casos’ para hacer inferencias descriptivas. Sartori (1984a, y no 2004! ) señala “aunque lo sepas medir, si no sabes primero que mides y porqué lo mides, tu saber será insatisfactorio. Por ello pregunto –dice Sartori a los cuantitativistas-¿Cuanto y de que?”. Es necesario dejar muy claro, en contra de lo que muchos repiten, Giovanni Sartori nunca decretó la muerte de la ciencia política ni nada por el estilo. Sus malos lectores, apresurados por llamar la atención ante un público poco atento, han propagado esta idea. Su artículo “Where Is Political Science Going?” (2004), critica a una corriente de la ciencia política estadounidense, pero simplemente eso. Y si nos atenemos a que Sartori gustaba generar polémica, quizá por ello nunca respondió a las malas lecturas de su artículo. (Tuve la oportunidad de preguntárselo personalmente en el evento citado más arriba en Nápoles en 2009, y con sarcasmo me dijo que no creyera todo lo que decían)
Las cuatro grandes contribuciones de Sartori a la Ciencia Política
La primera gran contribución de Sartori a la ciencia política fue dejar en claro, que toda ciencia requiere un lenguaje especializado que la diferencie del lenguaje del sentido común y de otros lenguajes especializados. Así, el pensar bien, metodológicamente hablando, implica antes que nada, utilizar conceptos claros y precisos, como punto de partida del tratamiento metodológico de los fenómenos políticos. Sartori escribió varios textos sobre la construcción de conceptos (“Guidelines for Concept Analysis”, 1984), la malformación de los mismos (“Concept Misformation in Comparative Politics”, 1970), y el estiramiento conceptual (“The Tower of Babel”, 1975). Casi todos en inglés, publicados en los años 70 y apenas publicados en español en 2011 (véase el excelente trabajo de Collier y Gerring, 2009). En un mundo dónde las palabras las más de las veces pierden su anclaje semántico, como sucede hoy con los términos populismo, autoritarismo y democracia, donde abundan términos amparados en el novismo: crear conceptos sin etimología para referirse supuestamente a cuestiones novedosas, ó peor aún, en el Siglo XXI asistimos a la moda de estirar conceptos como sucede con el término “violencia”, no está de más recordar que Sartori siempre apeló a que, siendo la política un ámbito que involucra a todos, los politólogos se deben distinguir precisamente por el uso correcto y limpio de las palabras, de los conceptos, de las ideas y de las teorías, ya que son sus herramientas de trabajo. Un politólogo se distingue precisamente por evitar caer en el simplismo de la opinión, y en razonar sus ideas fundando sus afirmaciones en evidencia empírica pero sobre todo orientado por las buenas teorías y los conceptos bien formados.
La segunda gran contribución de Sartori fue dejar en claro que la ciencia política es una ciencia básica, pero también puede ser aplicada. La mayoría de los politólogos cultivamos la ciencia política básica, haciendo una analogía: quienes estudian física teórica no pueden incidir en el movimiento de los átomos ni en su estructura, pero su conocimiento puede ser vasto y aplicable, no de manera inmediata ni directa. Algo parecido sucede con la ciencia política, con el problema que quien se involucra demasiado se convierte en político. Pero Sartori era consciente de que el conocimiento politológico, además de tener un valor per se (los hombres se van, las ideas permanecen), se podía aplicar. Y ese fue precisamente el objetivo de Ingeniería constitucional comparada (1994). Muestra que las constituciones son principalmente productos de la política (en el parlamento o fuera de éste), y como tal, están orientadas a incidir esencialmente en la distribución del poder, y que la construcción de instituciones (presidencialismo, parlamentarismo, semipresidencialismo, etc.), su modificación y su uso, puede tener mejores resultados si a partir de un cuidadoso análisis comparado de otras experiencias; sabemos cuáles son los mecanismos, es decir, los sistemas electorales como sistemas de incentivos y castigos, que se deben cambiar en un sistema político para mejorar la democracia, ó cuáles no funcionan o generan resultados negativos. Los politólogos saben que sucede si se modifican las reglas electorales, pueden prever sus efectos, también saben que toda transformación no es simplemente una concesión de las élites políticas, y que éstas modifican las reglas buscando un beneficio.
Tercera contribución, Sartori creó una verdadera y propia teoría de los sistemas de partidos, y de los efectos de los sistemas electorales sobre los sistemas de partidos y viceversa, en Parties and Party System. A Framework for Analysis (1976). Para Sartori los sistemas de partidos no se pueden entender solo contando cuantos partidos existen en un sistema político, sino cómo interactúan: contar los partidos que cuentan. De allí que su clasificación sea muy poderosa, desde los sistemas de partido único, al hegemónico, hasta los de pluralismo extremo, pues lo que importa, además del número, es la competencia y la polaridad ideológica. Para Sartori los partidos son necesarios, más aún, indispensables para la democracia, pues no existe ni ha existido una democracia (moderna) que pueda prescindir de éstos sin que genere más riesgos. Podríamos crear nuevas formas de intermediación, pero en las democracias contemporáneas, siempre serán necesarios mecanismos partidistas. La desaparición de éstos, su descrédito, su anulación, abre la puerta a los regímenes no democráticos, y consecuentemente a la pérdida de la libertad y los derechos. Su obra se tradujo evidentemente al español hasta 1999 (!) y en otras numerables lenguas. Paradójicamente nunca se tradujo a su lengua materna, el italiano, quizá por la preocupación que sus traductores no dijeran lo que el quiso decir, recordando el viejo dicho italiano Traduttore, traditore!. Pero tampoco por él mismo, por el trabajo que ello implicaba. Empero, legó a los italianos una síntesis de su teoría y una aplicación al caso italiano precisamente en Teoria dei Partiti e caso italiano (1982). Se sabe por sus alumnos más allegados, que Sartori escribió una segunda parte de Parties and Party systems, pero el manuscrito se perdió cuando lo olvidó en un taxi. Sartori ya nunca volvería a meter mano al tema con profundidad.
Finalmente, su Teoría de la Democracia, expuesta en varios textos, que inició su argumentación en 1957 con Democracia e definizioni hasta su síntesis en La democracia en treinta lecciones (2008). La versión más extensa la escribió en ingles en 1962, y fue traducida en español en 1965 bajo el título Aspectos de la democracia. Para Sartori, había que distinguir entre la democracia como forma de gobierno y como ideal. Como régimen, que se contrapone a los regímenes no democráticos y por lo tanto no liberales, y que ésta esencialmente era un juego de élites (como Schumpeter señaló en 1942), pero que están constreñidas por el estado de derecho democrático y a respetar los derechos de los individuos, esencialmente las libertades en toda su extensión. Para Sartori a democracia estaba en riesgo al menos por dos factores: por su generosidad, porque es un régimen abierto, que se orienta al extremo de la libertad que puede ir en su detrimento. Pero sobre todo porque los ciudadanos que viven en ellas no la valoran, creen que las conquistas democráticas son de una vez y para siempre. No, la democracia es un work in progress, es una forma de vida, que debe interiorizarse, defenderse y acrecentarse. El riesgo de la democracia es la masa acrítica, iletrada y orientada a los valores fútiles del dinero, a la mediocridad, a la medianía, el ciudadano desinteresado, apolítico, es el peor enemigo de la democracia, porque es manipulable y fácilmente presa de los demagogos.
Con la muerte de Giovanni Sartori, se cierra la ciencia política del Siglo XX, y se abre la difícil tarea de pensar la política del siglo XXI.
