Hacer las cosas a la mexicana

Hay muchas frases que los mexicanos gustan de gritar a los cuatro vientos pero quizá la que mejor nos retrata es la que se relaciona con el hacer, con el trabajo que, dependiendo su intensidad, es lo único que ha llevado a sobresalir a otras sociedades: “hacer las cosas a la mexicana”. Una frase clásica que retrata todo el ser mexicano.

¿Qué significa hacer las cosas a la mexicana? Significa hacer las cosas mal o a medias, no poner empeño, hacer que las cosas salgan porque tienen que salir, no porque se desee hacer algo bien. Significa tratar de hacer lo menos y con el menor esfuerzo posible, pero eso sí, exigiendo que se valore ese trabajo a un precio que no lo tiene. Sería injusto decir que no existen trabajadores –en el más amplio sentido del término- mexicanos que no se empeñan en su labor, pero no se trata de individualidades, sino de una cultura.

Es una cultura que permea todos los ámbitos, en algunos más y en otros menos, pero permanece y es parte del mexicano. Ese hacer a la mexicana es un patrimonio intangible del país que debiera ser erradicado.

A la mexicana se viaja en unas cosas que parecen autobuses de pasajeros pero en realidad son para cargar ganado. Es posible que en ningún país del mundo exista un desprecio tan grande por el peatón y un desgano total por eficientar el transporte público.

Pero los mexicanos parecen contentos de transportarse a la mexicana, no protestan porque su calidad de vida se reduzca: la gente invierte en zonas urbanas más del una hora sólo para transportarse de la casa al trabajo, y en la Ciudad de México la media es de 2 horas! Este desprecio por el espacio público lleva a que los mexicanos utilicen más el auto –un símbolo de estatus más que un simple medio de transporte- con sus ya conocidas consecuencias.

Los mexicanos cuando cometen errores no son responsables, para ellos todo hecho que les afecta es un acto del mal, de una fuerza extraña, o la conjunción de sujetos que se confabulan para hacer daño.

En todos los países se tiende a pensar, en mayor o menor medida, que cada nación o cultura es el centro del mundo, que todo gira alrededor: los argentinos, los estadounidenses, los franceses, los chinos… etc. así lo creen. La diferencia con los mexicanos es que lo creen por ignorancia. México no es el centro del mundo, desde lo lejos se le ve como un país con ciertas excentricidades culinarias y centro turístico de grandes pirámides, país de origen de algunos grandes escritores, y refugio de algunos intelectuales geniales, pero no sobresale por su ciencia o por exportar su cultura. No obstante el subdesarrollo, los mexicanos viajan, y lo hacen mucho. Pero para ellos los viajes no ilustran, sólo sirven para adornar el ego.

La inferioridad es venerada como un fin o deseo permanente. Las expresiones más comunes de los mexicanos son como las de un niño de doce años: “denos”, “no han hecho”, “nos han hecho”, “los ricos”, “el gobierno”, “los políticos”, “los poderosos”, “los extranjeros”, “las potencias mundiales”… Todos, sobre todo los políticos y el gobierno, son culpables menos los mexicanos, ellos no son responsables de su subdesarrollo y de su inferioridad. México es un país que no desea crecer.

Versión sintética, la completa se publicará en http://www.centrodeinteligenciapolitica.com/