Existen cuatro clases de politólogos, (1) Los formados en la Vieja Escuela, en la teoría y la filosofía política y con una buena impronta de derecho constitucional, (2) Los formados en la Nueva Escuela , más en matemáticas, estadística y economía, y con un poco de Teoría y Filosofía Política. Entre éstos la diferencia podría ser sólo de enfoque y metodología, los primeros tienden a ser más cualitativistas, y los segundos más cuantitativistas. Sin embargo, aunque muchos creen que la Nueva Escuela es superior, poco o nada han agregado al conocimiento politológico. Es un debate abierto que quizá nunca termine. Pero existen otras dos clases de politólogos, (3) aquellos que sin haber tenido una formación en la disciplina (constitucionalistas, economistas, sociólogos, historiadores, etc.) contribuyen a la misma y no se adscriben a ninguna de las dos clases anteriores, más bien, son los otros quienes los adscriben. Algunos no caben ni en una ni en otra, como Albert O. Hirschman, quien siendo economista, no hacía aburridos análisis cuantitativos. Por último están los (4) Opinólogos, muchos de ellos con formación politólogica o en otra disciplina, pero también los hay aquellos que, sin ni siquera tener la mínima formación académica, se hacen pasar por tales, y nadie les reclama.
No hay duda que una de las grandes falencias de la Ciencia Política, es que quienes la practican no la saben defender. Ninguna ciencia es pura, pero tampoco son una mezcla de todo y nada. Un médico sabe de química, física y otras ciencias, pero no es ni químico ni físico. Un abogado puede saber de economía, sociología e historia, pero no pondrá en duda su profesión. Caso contrario sucede con los politólogos. Su materia de estudio es la política y en específico el Poder Político. No obstante, todos los días vemos y escuchamos a abogados, a economistas, sociólogos, historiadores que se adjudican sin más la profesión de analista político.
El otro problema que padecen los politólogos, es explicar (o explicarse incluso) qué hacen exactamente. ¿Es la ciencia política una ciencia aplicada? ¿Puede serlo? ¿Su posible aplicabilidad le daría un mejor status entre las ciencias sociales?
Partiendo de la definición de Bobbio sobre la ciencia política podemos tener una idea clara de su aplicabilidad. Paradójicamente es una definición que se lee en las universidades y demás cursos de ciencia política y después se olvida su poder heurístico. Bobbio señala que existe la ciencia política en sentido amplio: todos los estudios no necesariamente técnicos que fudamentados en una metodología rigurosa permite explicar los fenómenos políticos. Desde ésta perspectiva, entenderíamos esa tradición de Ciencias Políticas de origen europeo continental: una perspectiva que parte de la Filosofía y la Teoría políticas para fundamentar sus argumentos. La ciencia política en sentido estricto es más inductiva y menos deductiva. Parte de un análisis detallado de los fenómenos empíricos fundamentando sus explicaciones a partir del uso de técnicas cualitativas y cuantitativas de análisis.
Ambas perspectivas pueden ser «ciencia política aplicada». El problema de la «utilidad» de ésta disciplina no radica en su potencial explicativo y posiblemente, y sin duda, transformador. Sino de su objeto (o sus objetos de estudio): el Poder Político.
Para un politólogo es fácil indicar el camino, pero las decisiones no están en sus manos. Es posible que pueda argumentar y demostrar cual sistema electoral funciona mejor bajo ciertas condiciones sociales. Pero la decisión estaría en manos de aquellos que tienen el poder, sea el sistema político que sea. Ésta es la tragedia Maquiaveliana: pocos -politólogos- saben que Maquiavelo al escribir su famoso «El Arte de la Guerra», una obra por demás ampliamente documentada en estrategias de guerra desde los romanos hasta sus contemporáneos. No pudo poner en práctica ninguna de sus máximas frente a un Borgia cuando éste se lo solicitó. Porque simplemente nunca había dirigido una batalla.
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Un tema aparte pero interesante: http://politicalscientistsalary.com/